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Claude Cahun o el marketing de resistencia

By Published On: marzo 12th, 2021Categories: Comunicación, News0 Comments

Ahora que acabamos de celebrar el Día internacional de la mujer, recupero este pequeño artículo sobre el trabajo de la artista francesa Claude Cahun (1894–1954), que no fue reconocido hasta 1995, año en el que el Musée d’Art Modern de la Ville de Paris le dedicó una primera retrospectiva.

 

En mi opinión, su caso es de aquellos en los que obra y vida están completamente fusionadas. No hay una teoría, un concepto que aplicar en un determinado campo del arte, sino que toda esa actividad artística que desplegó esta heroína de su tiempo [y del nuestro] fue en esencia una postura vital, una actitud y una respuesta sincera ante los acontecimientos de su época.

 

Ella misma fue siempre y sin descanso el propio objeto de su arte. Creo que pocos artistas alcanzan este nivel tan alto de honestidad, valentía y compromiso con lo que les tocó vivir, en su caso, algo tan singular como la ocupación alemana del territorio francés.

 

Si este acontecimiento histórico no se hubiese cruzado en la existencia de Claud Cahun y Suzanne Malherbe (su hermanastra, compañera sentimental y pareja artística) probablemente su reconocimiento póstumo hubiese sido el mismo. Pero la forma en la que ambas se enfrentaron a la ocupación, deja una prueba de su valor y su compromiso con las libertades individuales, y sobre todo de su ingenio y habilidad como activistas y, por qué no, inauguradoras de lo que conocemos hoy en día como marketing de guerrilla o, en su caso más bien, de resistencia.

 

Alguien dijo que las tropas nazis no entrarían en la isla de Jersey, pero se equivocó. Allí vivían estas dos mujeres como ellas mismas solían decir “dedicadas a unas eternas vacaciones”. Con la invasión nazi de 1940 encontraron un motivo para utilizar su arte en favor de la lucha por los derechos y las libertades de los seres humanos. Sin contar con la ayuda de nadie, iniciaron una verdadera camapaña de comunicación con el objetivo de denunciar el absurdo de la guerra y minar la moral del ejercito alemán con el fin último de provocar la deserción de sus soldados.

Su herramienta, la octavilla. Sus canales de comunicación, los lugares donde se encontraban los soldados y los altos mandos del ejército alemán: las iglesias, los asientos de atrás de los coches militares e incluso los bolsillos de las casacas de los soldados y los cementerios. El nombre de esta colosal campaña para promover la deserción era Le soldat sans nom (El soldado sin nombre), que era la firma que estampaban en todas las octavillas. Tanta fue la producción de octavillas y el ruido que lograron hacer estas dos mujeres con sus acciones, que la inteligencia nazi pensaba que se trataba de un grupo de resistencia numeroso y fuertemente organizado que actuaba en la isla.

 

Las octavillas consistían en diferentes eslóganes. Solían transformar las noticias que escuchaban en la radio de la BBC (emisora prohibida en aquel entonces) en coplas y falsas conversaciones con la tipografía gótica trazada y los diseños de Suzzane, diciendo que la guerra estaba a punto de acabar. Una de las acciones que más me llamó la atención fue la de colocar en las tumbas de los soldados caídos un mensaje escrito en alemán que rezaba “Para mí la guerra por fin ha terminado.”

 

En 1944 el grupo de resistencia formado por Suzanne y Claude es denunciado, probablemente por la mujer que les vendía los paquetes de cigarrillos. Su obra fue confiscada y en gran parte destruida. Todos sus bienes fueron confiscados y ellas enviadas a prisión. En realidad en el juicio pesaban sobre ellas dos condenas: una de seis meses de campo de concentración y la otra de pena de muerte. Claude manifestará ante los alemanes que prefería que se cumpliese primero la condena de muerte para que de esa forma pudiese librarse de los seis meses de prisión. Los alemanes le contestaron: “ˇTe dispararemos aquí mismo!”

 

Después de dos intentos de suicidio frustrados, su pena fue conmutada y fueron puestas en libertad, pero la cárcel había mermado la salud de Claude de tal manera que fue apagándose poco a poco. Murió en la isla de Jersey en 1954.

 

Cuentan que durante su tiempo de reclusión, Claude vio llegar al campo de concentración a numerosos soldados alemanes, que al parecer, habían sido detenidos por deserción. Esa fue para ella la triste prueba de que su campaña había logrado parte de su objetivo.

 

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